07 de agosto de 2025
Por Juan Diego Zamudio Padilla
Queridos amigos,
Hoy quiero compartir con ustedes una reflexión sobre Hiroshima, ciudad donde tengo el honor de vivir y estudiar, y que representa una de las páginas más dolorosas —y al mismo tiempo más aleccionadoras— de la historia de la humanidad.
El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, la ciudad fue atacada con la primera bomba atómica utilizada en combate, llamada “Little Boy”, lanzada desde el bombardero Enola Gay. La explosión ocurrió a unos 600 metros de altura sobre el centro de Hiroshima, cerca del Puente Aioi, destruyendo casi toda la ciudad en segundos. En ese momento, Hirohito era emperador de Japón, Harry S. Truman era presidente de los Estados Unidos, y Douglas MacArthur ejercía como comandante supremo aliado en el Pacífico.
Por su geografía plana, su concentración urbana y su infraestructura militar, Hiroshima fue seleccionada como objetivo estratégico. Las consecuencias fueron catastróficas: se estima que entre 140,000 y 150,000 personas murieron entre agosto y diciembre de 1945, debido a la explosión, las quemaduras, la radiación y las secuelas posteriores.
Uno de los pocos edificios que quedó en pie fue el antiguo Salón de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima, hoy conocido como el Domo de la Bomba Atómica (Genbaku Dome). Este símbolo de la destrucción fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996 como un llamado universal a la paz y al desarme nuclear. A pocos pasos de allí, antes del bombardeo, existía una tienda muy conocida que vendía el dulce tradicional Momiji Manjū, un pastel con forma de hoja de arce relleno de anko (pasta de frijol rojo), que hasta hoy sigue representando la continuidad de la vida, la cultura y la resiliencia del pueblo de Hiroshima.
Como estudiante e investigador en la Universidad de Hiroshima, vivir aquí es una experiencia profundamente transformadora gracias a JICA, Universidad de Hiroshima y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Más allá de los estudios formales, Hiroshima me ha enseñado el valor de la memoria colectiva, la reconciliación sincera, y la reconstrucción social después de la tragedia. Esta ciudad, que fue reducida a cenizas, hoy se ha convertido en un centro de paz, de diálogo internacional y de aprendizaje global.
Aunque mi enfoque académico principal no es la historia militar o la política internacional, he decidido integrar estos temas en mis estudios de Estudios Japoneses, porque estoy convencido de que comprender Hiroshima es esencial para entender al Japón contemporáneo. Además, deseo que este conocimiento llegue también al mundo de habla hispana, especialmente a Latinoamérica, donde muchas veces Hiroshima es mencionada, pero no conocida en profundidad.
Los Estudios Japoneses no solo nos invitan a descubrir el idioma, la literatura o la tecnología del país; también nos ofrecen la posibilidad de reflexionar sobre sus desafíos sociales actuales: la crisis de natalidad, el envejecimiento poblacional, el bienestar de los adultos mayores, la salud mental y el papel del país frente a los riesgos globales como las guerras y los desastres nucleares. Hiroshima representa una puerta de entrada para hablar de todo ello, desde una mirada humana, crítica y empática.
Una historia que me conmueve especialmente es la de Sadako Sasaki, una niña que enfermó de leucemia por la exposición a la radiación. Mientras luchaba por su vida, comenzó a hacer mil grullas de papel (orizuru), inspirada en una leyenda japonesa que promete que quien logre hacerlas podrá cumplir un deseo. El suyo: volver a la escuela con sus amigos y un mundo sin guerras. Hoy, su historia vive en cada grulla que se deposita en los espacios conmemorativos de Hiroshima. Sadako nos recuerda que los niños, las personas comunes, son quienes más sufren los efectos de la guerra, y quienes más merecen crecer en paz.
A ochenta años de aquel ataque, Hiroshima no solo ha sido reconstruida físicamente. También ha construido un mensaje de esperanza, compromiso y responsabilidad que debe llegar a todo el mundo. En un tiempo en que los conflictos internacionales siguen cobrando vidas, Hiroshima nos recuerda que la paz no es un ideal abstracto, sino una necesidad urgente que exige memoria, diálogo y acción.
Con respeto, memoria y esperanza,
Juan Diego Zamudio Padilla
JICA SDG Global Leader
PhD Student Universidad de Hiroshima
Investigador del Centro de Estudios Asiáticos, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Fuente: JUAN DIEGO ZAMUDIO PADILLA
Frente al Domo de la Bomba Atómica, a orillas del río Motoyasu, se realizan cada año emotivos eventos conmemorativos dedicados a la paz y la memoria. Uno de los más significativos es la Ceremonia de las Linternas Flotantes, que tiene lugar cada 6 de agosto, en el aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima. Durante esta ceremonia, miles de linternas de papel, decoradas con mensajes de paz, esperanza y recuerdo, son colocadas en el río por ciudadanos, visitantes y familiares de las víctimas. Las linternas flotan suavemente sobre el agua al caer la noche, creando una atmósfera de reflexión profunda y unión silenciosa entre personas de todo el mundo que se reúnen para rendir homenaje y renovar su compromiso con la paz.
Tres lugares que vale la pena visitar son: el Parque de la Memoria, el Castillo de Hiroshima —donde se puede conocer la historia que lo rodea—, y los espacios dedicados a la paz, como los origamis y los mensajes conmemorativos.
El Parque de la Memoria es un espacio conmemorativo que rinde homenaje a las víctimas de la bomba atómica y promueve la reflexión sobre la paz y la memoria histórica.
El Parque de la Memoria alberga mensajes conmemorativos que honran a las víctimas de la bomba atómica y expresan deseos de paz, muchos de ellos escritos por visitantes y sobrevivientes como símbolos de esperanza y recuerdo.
Frente al Domo de la Bomba Atómica, en el río Motoyasu, se realizan eventos conmemorativos como la Ceremonia de las Linternas Flotantes, donde miles de luces son depositadas sobre el agua cada 6 de agosto, en memoria de las víctimas y como símbolo de paz.
Fuente: JUAN DIEGO ZAMUDIO PADILLA
🎯 Objetivo militar estratégico
Hiroshima era un importante centro militar, con bases del ejército y fábricas de armamento.
🏙️ Ciudad grande con infraestructura intacta
No había sido bombardeada antes, lo que permitía observar claramente el impacto de la bomba atómica.
📍 Ubicación geográfica adecuada
Rodeada de montañas, lo que ayudaba a concentrar la onda expansiva para medir los efectos con precisión.
📊 Elección entre varias ciudades
Hiroshima fue seleccionada entre otras opciones por cumplir mejor con los criterios militares y científicos.
La tumba de las luciérnagas (火垂るの墓, Hotaru no Haka, 1988)
En este rincón del mundo (この世界の片隅に, Kono Sekai no Katasumi ni, 2016)